jueves, 21 de enero de 2010

Primera persona: soy maestra

Me llamo Silvia, tengo 46 años, soy maestra. Recién escuché en la tele que alguien decía “los maestros no quieren trabajar”. Sonreí. Sonreí pese a mi cadera.

Soy maestra pese a que mi mamá quería que fuera contadora, o algo relacionado con los números. Soy maestra porque así lo soñé desde muy chica. Soy maestra porque no deseo ser otra cosa.

Soy maestra aunque podría ser secretaria (de hecho lo fui), aunque podría ser directora (de hecho lo fui), aunque podría ser inspectora (de hecho pude haberlo intentado). Soy maestra porque quiero que me quieran.

Empecé con los grados más chicos, de 1º a 3º, y luego decidí trabajar en jardín de infantes. Recuerdo, lo juro, cada uno de los grados y salitas que tuve. Y los informes que recibía del director antes de tomar un grado, como aquel 2ºC: “Acá hay uno que lee interpretativo y una que lee corriente; con el resto, hacé lo que puedas”. Ése año logré que los 26 terminaran leyendo.

Juro que cuando algún grupo quiere escaparse de mi memoria cierro los ojos y los veo formados en el patio o sentados en el aula. Recuerdo la timidez de Yanina, la historia de Moisés, la sonrisa dulce de Violeta. Recuerdo a muchos de sus padres, y que al conocerlos entendía por qué ellos eran como eran. Ellos: Violeta, Moisés, Yanina. Ellos.

La vida no me pareció fácil. Bastante cruel, en realidad: mis padres murieron jóvenes, mi marido sufrió una enfermedad complicada y me costó muchísimo tener hijos. Justo a mí, que sólo sé quererlos y enseñarles y extrañarlos. Adopté a Candela y hoy, cuando la veo crecida y hermosa, entiendo que por algo, por algún extraño motivo, las cosas suceden, incluso pese a tanto dolor. Y no me refiero a mi cadera.

Sufrí mi historia familiar y también sufrí cuando fui designada directora. No porque no me hayan pagado durante ocho meses por cuestiones burocráticas: sufrí porque creía que si tenía más responsabilidades iba a poder cambiar las cosas. Pero me sentí presa de una política educativa que no existe, supe que tendría que seguir lineamientos con los que no estaba de acuerdo y además estaba un poco más lejos de ellos: de Violeta, de Moisés, de Yanina.

Estar lejos de ellos, de lo que deseo hacer, me duele. Desde marzo, esta maldita cadera no me deja en paz. “Licencia médica”, me dijeron. Entonces comenzaron los masajes que cubre la ART, y masajes que me pago yo, y cuidados, y el deseo de volver pronto, de volver ya. Tanto levantarlos, tanto agacharme para estar más cerquita de ellos, tanto quererlos tuvo un precio. Y ahora, mientras limpio mi casa con movimientos casi robóticos para curarme pronto, mientras ayudo a Candela a estudiar, mientras me siento culpable porque el Estado me paga un sueldo sin que yo haga nada, mientras deseo rabiosamente volver a ponerme el delantal, escucho a alguien que dice en la tele “los maestros no quieren trabajar”. Y sonrío. Porque pese a mi cadera, pese a tanto dolor, volvería, una y doce mil veces, a ser maestra.


(Publicado en http://www.campananoticias.com durante octubre de 2009)

viernes, 15 de enero de 2010

Tamara (aunque ella prefiera otro título)

Yo, que mentí tantas sonrisas, te estoy sonriendo así. Tantas veces con la ropa tan arreglada, con el pelo tan acomodado, con tanto miedo en cada detalle. Tanta sonrisa de mentira y ahora te estoy sonriendo así. Vos, dormida como si nunca hubieras dormido, como si nada de lo que te pasó en la vida te hubiera atravesado como un cuchillo. Vos dormida, y Maga entre nuestros pies, y el libro que leemos cada noche, y esta sonrisa que te sonrío.

Yo, que pensé que todo tenía que doler tanto, te estoy sonriendo así. Tanto sufrimiento acumulado, tanto fracaso sin fuegos artificiales, tanto estruendo que quiso dejarme sordo. Tanta sonrisa de mentira y ahora te miro de costado, mis ojos sobre mis hombros, tus ojos sobre esa almohada que me prestarías si te la pidiera. Vos dormida, y el Universo afuera, y el sueño que no soñamos en mi sonrisa. Esta sonrisa grandota que te sonrío.

Yo, que ahora entiendo que las más sinceras son las sonrisas que nadie ve, las que se te escapan como el conejo de la infancia, las que no vuelven nunca más. Yo, que siempre forcé tantos amores sin fuerza, que inventé tanta irrealidad, te estoy sonriendo como si sonriera por primera vez. Yo, mientras vos estás durmiendo, estoy al lado tuyo, despierto, vivo, feliz.

martes, 12 de enero de 2010

Historia Universal, capítulo 10: Imperio Romano

Imperio Romano (30 a.C. - 395 d.C.)

¿Qué le festejamos al Imperio Romano? ¿Su capacidad de masacrar inocentes? Puta madre, nuestra Historia Universal está repleta de asesinos y vacía de sensibilidad. Puta madre, nuestro presente está repleto de asesinos y vacío de sensibilidad.

Nosotros, los refutadores de leyendas de Campana, estamos a favor de la muerte. Básicamente, porque le tememos a la inmortalidad mucho más que a la muerte. Eso sí: siempre y cuando la muerte nos llegue con aviso, con signos de vejez, con ganas de olvidar.

Nosotros, los hombres sensibles de Lomas, sentimos en cambio que ya hemos muerto muchas veces.

La primera, al saber que todos moriremos alguna vez, lo que Miguel de Unamuno definió como el sentimiento trágico de la vida.

La segunda, cuando la vida nos separó de un amigo verdadero, sincero, de un amigo, pese a todo, inseparable.

La tercera, cuando asumimos que amar con toda el alma no nos otorga el derecho a ser amados.

La cuarta, cuando ELLA nos deja por primera vez.

La quinta, cuando entendemos que nuestro día empieza cuando abrimos los ojos y termina cuando los cerramos: que estamos solos en el mundo.

La sexta, cuando un sueño que sostuvimos durante años se esfuma delante nuestro y sin explosiones cósmicas.

La séptima, cuando ELLA, esta vez la verdadera ELLA, nos deja por última vez.

Yo tengo 25 años y me morí muchas veces. A veces siento que muero todos los días: que el que abre los ojos el martes no es el mismo que los cerró el lunes. Que el que sufre por la enanita revoltosa no es el mismo que sufrió por la morocha generosa.

En lugar de morir todos los días, los militares del Imperio Romano mataban todos los días. Peor: se enorgullecían de ello. ¿Cuántos, cuántos hombres sensibles, cuántos refutadores de leyendas, cuántos Pablos, cuántas enanitas revoltosas, cuántas morochas generosas, cuántos adolescentes angustiados como ustedes, queridos floggers, fueron asesinados por el ejército romano?

César Augusto, Tiberio, Calígula, Claudio, Nerón, Flavio Vespasiano, Domiciano, Trajano, estúpidos, estúpidos emperadores del Imperio Romano, sépanlo: no los recordamos con onda, no nos caen bien, no queremos nada de ustedes. Preferimos a los floggers coloridos y con pocas ideas, preferimos a los tristes con esperanzas, preferimos a las vidas que están por venir, preferimos este sufrimiento que parece nunca terminar antes que a ustedes, asesinos, criminales, idiotas disfrazados de guerra. Todos, todos aquellos inocentes a los que mataron, tarde o temprano, volverán. Todos, todos aquellos sueños que se esfumaron por culpa de tanta muerte, tarde o temprano, se cumplirán.

(Publicado originalmente en www.fotolog.com/del0al37 durante noviembre de 2009)

sábado, 2 de enero de 2010

Historia Universal, capítulo 9: Período Helenístico

Período Helenístico (330 a.C - 30 a.C.)

¿Quién de ustedes, floggers, exhibicionistas, adoradores de ustedes mismos, se anima a leer este post? Es sobre el Período Helenístico. ¿Y eso qué es? Bue, se los digo fácil porque sé que son bastaaante brutitos: es lo más grosso que pasa en la Tierra entre la muerte de Alejandro Magno (el pobre tipo del que hablamos en el post anterior) y la consolidación del sanguinario Imperio Romano. ¿Por qué en el título dice que termina en el 30 a.C.? Es cuando mueren Cleopatra y Marco Antonio, a los que seguro escuchaste nombrar pero no tenés ni puta idea de quiénes fueron realmente. Bue: con ellos termina el período helenístico, en el que pasa de todo, pero sé que a vos no te interesa.

Yo tampoco tengo la sabiduría de los griegos. No te digo algún filósofo: ni siquiera tengo la inteligencia de los griegos medio pelo. Y así como les digo a ustedes, floggers lindas, floggers desesperados, que son brutos, reconozco que yo también lo soy. Que me mando una cagada detrás de otra persiguiendo quién sabe qué. Ustedes persiguen un gold, una firma, que les digan lo lindos que son. Yo persigo algo mucho más difícil de alcanzar, básicamente porque tiene que ver con sonreír sin tener que tragar lágrimas antes. Y no sé quién es más tonto, entonces. Si ustedes, tan asumidos de sus limitaciones, tan pero tan floggers, tan simples en sus nadas; o yo, que creo estar construyendo una cultura tan perdurable y compleja como la helenística, pero en realidad soy tan básico, tan obsoleto, tan fácil como ustedes.

(Publicado originalmente en www.fotolog.com/del0al37 durante octubre de 2009.)