sábado, 14 de julio de 2012

Historias de sueños

Por Martín Estévez

I
Desde chico, Bruno Loscri sufría una pesadilla recurrente: una cálida reunión familiar era interrumpida por una viejita que repartía paquetes. Todos recibían hermosos obsequios, hasta que llegaba el turno de su madre. Cuando ella abría el regalo, sufría una terrible descarga eléctrica y moría instantáneamente. Bruno miraba a la vieja y en su lugar estaba el demonio.

La pesadilla se repitió durante años. Apenas comenzaba, Bruno sabía lo que iba a pasar pero el pánico lo inmovilizaba. Miraba desesperado a sus familiares y nadie parecía advertir el repetido final: la violenta muerte de su madre.

Cuando Bruno conoció a Verónica, se enamoró de ella y comenzaron a dormir juntos. Verónica descubrió muchas veces a Bruno sobresaltado, agitado, con miedo a dormir. Él le contó la verdad con miedo a ser humillado; ella le acarició la cara con sus manos chiquitas y le dijo:

-La próxima vez, buscame entre tu familia. Aunque vos no te puedas mover, yo le voy a pegar una trompada a esa vieja y no te va a molestar nunca más.

Bruno sonrió. Casi deseó tener aquel sueño, pero nunca volvió a soñarlo. Tal vez saber la solución eliminó automáticamente el problema. O tal vez olvidó, porque a veces olvidamos nuestros sueños, una batalla épica en la que Verónica y él derrotaron al demonio y fueron felices para siempre.

II
Lautaro Paz y Agustín Naranjo discutían desaforados. A Lautaro le habían dicho que en los sueños es imposible leer. Que la parte del cerebro capaz de reconocer letras no funciona mientras dormimos. Agustín aseguraba haber leído decenas de veces mientras soñaba. Como ocurría cada vez que un conflicto no encontraba solución, consultaron a Ungenio Ramírez.

Ungenio, que cuando soñaba sabía que soñaba, les pidió una noche para develar el misterio. Y lo hizo: descubrió que, efectivamente, en los sueños no podemos leer, pero que a veces tenemos la sensación de estar leyendo porque visualizamos imágenes, colores o escenas que nos remiten a un texto. “Si vemos un logo similar al de Coca-Cola, creeremos leer Coca-Cola aunque sólo veamos borrosas manchas –explicó Ungenio-. Es como el amor: aquellos que lo vimos alguna vez creemos verlo en todos lados, aunque sólo veamos borrosas manchas”.

III
Henry es un empresario inescrupuloso que gana dinero aprovechándose de los más débiles. Pero esta noche sueña que es un obrero que lucha por sacar adelante a su familia y se une a otros, a los que llama compañeros, para transformar una realidad que los oprime. En el sueño, ama y es amado, sufre y es feliz, participa de gestas colectivas que le ponen la piel de gallina. Henry despierta bruscamente, transpirado, y sólo se calma cuando ve el vaso de whisky y, durmiendo a su lado, a una mujer que no lo ama.

1 comentario:

N. H. dijo...

Impactantes frases para el cierre de cada minicuento.