viernes, 29 de mayo de 2015

Perdió Racing y estoy feliz

Por Martín Estévez

Pasó recién. Hace 96 minutos, Racing quedó eliminado de la Copa Libertadores. Necesitaba un gol, sólo un gol, para jugar su segunda semifinal en los últimos 47 años. Un gol para quedar cerca, muy cerca de la hazaña máxima que me había imaginado en la vida: Milito volviendo ya veterano y siendo campeón del mundo luego de derrotar al Barcelona de Messi. Estuve a seis partidos de cumplir el sueño más grande que el deporte me podía generar. Mil veces más grande que ver a Argentina ganar un Mundial. Un sueño que ya no puede cumplirse, que nunca veré hecho realidad. Hace 96 minutos, cachetearon, golpearon, enterraron mi ilusión. Y acá estoy. Feliz. Estoy feliz.

En 2008, Central nos ganó 3-2 sobre la hora en Rosario, y yo tuve que irme de mi casa para que no me vieran. Sonó el silbato, me paré en silencio, abrí el portón y caminé una hora y media. Fue un 4 de mayo, me acuerdo bien. Hacía frío. Caminaba y lloraba. Me acariciaba las manos. Ya había empezado a ir a terapia por ese problema. Por esa angustia. A terapia. A terapia por Racing.

No era un pibe: tenía 24 años. 24. Y lloraba, lloraba mucho. No sólo porque ese gol absurdo del Kily González nos dejaba al borde del descenso. Lloraba por otras cosas. En realidad, siempre que lloramos, lo hacemos por un motivo distinto al que creemos. 

Lloraba porque no me gustaba mi vida. Porque nunca había disfrutado del sexo. Porque casi no tenía amigos. Porque había organizado un cumpleaños para 30 personas y fueron 2. Porque extrañaba a mi ex novia. Porque no sabía cocinar, ni andar en bicicleta, ni jugar al fútbol. Porque me angustiaba mi trabajo. Porque me sentía ignorante y menos que los demás. Porque las personas dormían en la calle, y pasaban hambre, y sufrían, y yo no hacía nada por ellas. Lloraba porque sentía vergüenza de mi cuerpo. Me sentía débil, anteojudo, feo. Me sentía incogible; y probablemente lo era.

Lloraba esa noche y sufría el resto de la semana, anoréxico de sonrisas, gris. Vivía con la tabla de promedios en la cabeza. Quería acostarme y no despertarme hasta el próximo partido. Pero acá viene la trampa. No es que no tenía ganas de hacer nada: es que no tenía nada que hacer. Mi vida incluía huecos enormes, más huecos que aquella defensa que nos llevó a jugar la Promoción. Y todos los huecos los tapaba con Racing.

Siete años después, casi no reconozco al Martín que caminaba desconsolado por Oliden. Soy otro. Otra persona. Y lo lamento. Lamento mucho defraudar a los que piensan que lo que más me importa en la vida es Racing, pero no. Ya no. Me costó mucho. Más que esas lágrimas de domingo a la noche. Más que un par de años de sesiones de psicología. Descubrir qué queremos, lo que de verdad deseamos, con quiénes queremos estar, de qué forma, todo eso es un trabajo que agobia y da miedo. Mucho miedo. Pero es lo único que logró que, aunque Racing pierda, yo pueda ser feliz.

Ahora, esta misma noche, tendré que dormir con pantalón largo y buzo, porque hace frío, mucho frío, y uno de mis dos acolchados ya no está. No tengan lástima de mí: podría comprarme otro, pero por ahora no quiero. Me gusta recordar, cada noche, cuando me tiro al colchón con un cangurito puesto, lo bien que se siente ser el que soy ahora.

Porque ahora, esta misma noche, un nene de 7 años está durmiendo en la esquina de Avenida de Mayo y 9 de Julio tapado con mi viejo acolchado. Hace frío, mucho frío, y le pregunta a su mamá por qué están ahí, lejos de sus amigos, de su escuela, con un poco de hambre y con mucha sed, porque ni agua le acerca la sociedad al acampe de la comunidad Qom. La respuesta es mucho más dolorosa que el gol que Racing no pudo hacer: "Para que no nos maten más, hijo. Para que no nos maten más".

En 2008, cuando perdía, yo lloraba porque no hacía nada. Ni por mí, ni por el mundo. En esta noche de 2015, para no faltarle el respeto a Racing y al que fui, intenté llorar. Llegar a mi casa, acostarme y no querer levantarme más. Pero hubiera sido una mentira. Y eso que sufrí, eh. Temblé durante los 94 minutos. Se me llenaron los ojos de lágrimas cuando Ibáñez atajó el penal. Todavía me duele el cuerpo por la tensión. Y eso que quedamos afuera de la Copa Libertadores. Pero, así y todo, estoy feliz.

Estoy feliz porque tengo ganas de levantarme mañana. Porque construí una vida que me gusta. Quiero ir de nuevo a la Biblioteca Popular Julio Cortázar para evitar que la cierren. Quiero desayunar con Leandro. Quiero llevarles agua a los Qom. Quiero ir a la Reserva Santa Catalina con Tati. Quiero ayudar a construir la Casa de la Memoria Luciano Arruga. Quiero ver actuar a Luz. Quiero aprender a cantar, quiero jugar al paddle, quiero organizar la próxima asamblea del Movimiento Etiopía. Quiero andar en bicicleta. Quiero aprender la cuarta declinación del latín para avanzar en la carrera de Letras. Quiero que se lleven los libros, la computadora, la televisión y todo lo que se acumula en mi pequeña casa y que será donado a lugares hermosos. Quiero llegar a El Gráfico y que Darío me haga reír. Quiero conversar con Pedro, un fanático de Independiente, sin ganas de humillarlo. Quiero volver a ser amigo de mi primo Matías. Quiero visitar a Chuna en San Miguel. Quiero seguir dando clases en escuelas públicas. Quiero escribir en mis blogs. Quiero analizar canciones de Salta La Banca. Quiero aprender a encuadernar, armar mi primer libro y regalárselo a muchas personas. Quiero irme de vacaciones a una provincia que no conozca. Quiero salvar un hospital público, marchar contra los femicidios, construir ecoladrillos y leer el próximo texto de Hernán Casciari. 

Querer levantarse para hacer algo es una de las formas de reconocer que estamos siendo felices. Y yo quiero muchas cosas. Pero, sobre todo, quiero que llegue el domingo. Porque ya no soy el de 2008, lo sé. Y porque está todo bien con perder la copa, Racing, de verdad. Pero igual el domingo, contra Aldosivi, cueste lo que cueste, el domingo tenemos que ganar.

1 comentario:

saraleguimiguel@hotmail.com dijo...

Hola, bueno, yo también soy de racing y nunca había entrado en tu pagina. Quiero decirte que esta muy completa, muy bien las estadísticas, etc., etc. Pero le que me movió a publicar este comentario, fue el hecho de que una persona, se puede recuperar de la adversidad que lo rodea, solamente con proponerselo, aceptar que la vida tiene sentido, cuando se lo damos (sentido), y no esperar que los demás hagan por nosotros, lo que debemos hacer. Te felicito, creo que es mas importante para una persona hacer lo que vos haces, que aceptar resignadamente lo que nos toco.
Un abrazo.
Miguel.