domingo, 1 de mayo de 2016

El pelotudo de la mesa 51

Por Martín Estévez

Quiero que este texto recorra Buenos Aires para que le llegue a la persona que aparece a la derecha en esta foto. Sólo se ve su sombra, pero sé que podremos encontrarlo. Porque existen injusticias estructurales, generadas por el sistema, pero también existen injusticias individuales provocadas por energúmenos como este tipo. Quiero que le llegue a él y a todos los que son como él, para que se den cuenta de que están viviendo equivocados. De que el mundo entero los detesta. De que sus vidas son una gran y absurda mentira.

Los que me conocen, saben que no me gusta pagar. Desconfío de lo que no me regalan. Uno de los motivos por los que soy capaz de comprar algo no relacionado con mis necesidades básicas es un gordito llamado Hernán Casciari, cuya particularidad es ser uno de los dos mejores escritores vivos del planeta. Por eso, este viernes (29 de abril de 2016) fui a escucharlo contar historias en un centro cultural bastante antipático llamado No me olvides. Para ayudar en la búsqueda del energúmeno de la foto, apunto la dirección: Avenida Meeks 490, localidad de Lomas de Zamora. Él estaba sentado en la mesa número 51, pegadita a la ventana.

Antes de aclarar por qué lo busco, quiero explicarles que en el universo existen tres clases de personas. 

A) Un grupo está conformado por los que terminan siendo mejores que el contexto en el que crecieron. Por ejemplo, las personas oprimidas por el sistema que no se convierten en delincuentes (el atleta Braian Toledo); los que dedicaron su vida a la justicia social en lugar de al bienestar individual (la jubilada Norma Plá); o los que utilizan sus capacidades para mejorar el mundo de algún modo (Hernán Casciari). A este grupo lo llamo el de los genios (y genias, claro). A ellos, lo que hay que hacer es abrazarlos.

B) El segundo grupo de personas lo conforman los que terminan siendo similares a su contexto. Lo integran, entre otros, los que pasaron hambre de pequeños y se convirtieron en asesinos seriales; las que tenían una mamá maestra jardinera y hoy son maestras jardineras; los que tenían un papá abogado y ahora son corruptos; y los que recibieron cariño de chicos y ahora no les pegan a los animales. En este conjunto estamos (me incluyo) la gran mayoría de los seres humanos. Por ese motivo lo llamo el grupo de los normales. A estas personas, lo que hay que hacer es pedirles un poco más de esfuerzo.

C) El tercer y último grupo está formado por los que terminan siendo peores que su contexto. Personas a las que nunca les pegaron y fajan a su pareja; hijos de hippies que estudian Recursos Humanos o Marketing; los que recibieron alguna vez un subsidio del Estado y se quejan contra los planes sociales; o los imbéciles que son capaces de arruinarme una noche en la que Casciari cuenta historias. A este grupo los llamo los pelotudos (y pelotudas, claro), y lo que hay que hacer es encerrarlos a todos juntos para que no molesten a los demás.

Uno de ellos estuvo el viernes, en la fatídica mesa 51. Lo reconocí enseguida, y no se trata de un prejuicio: a los pelotudos se los detecta fácilmente por el tono de voz, por la forma de respirar o porque creen que Macri quiere hacer felices a los argentinos.

El pelotudo de la mesa 51, lo sé, estoy totalmente seguro, tuvo en su infancia un contexto favorable. No pasó hambre, fue a la escuela, su familia lo quiso, no le falta un brazo. No lo fajaron de chico, no tuvo que ocultar su sexualidad, alguna vez le regalaron un libro. Tuvo todo para ser una persona normal; hasta podría haber sido un genio. Pero no.

El viernes, un artista llamado Zambayonny cantaba una canción y, luego, Casciari contaba un cuento. Así, sucesivamente. En el lugar entraban pocas personas (unas 200), así que nada podía salir mal. El único capaz de arruinar algo así era él.

En cada canción, el pelotudo de la mesa 51 cantaba lo más fuerte que podía, muy mal, y golpeando la mesa. En cada cuento, se reía exageradamente, con una risa nauseabunda, con cara de foca descompuesta, y hacía comentarios forzados.

Todos se dieron cuenta de que era pelotudo por muchos motivos, pero especialmente por uno: se reía cuando no se tenía que reír. Cuando Zambayonny insultaba en una canción, él también insultaba y largaba una carcajada molesta. Vaya y pase. Pero cuando Casciari nos acercaba a todos a una reflexión sobre la condición humana, la muerte o la soledad, el pelotudo también se reía.

Que se entienda: él no cantaba porque le gustaba la canción ni se reía porque algo le causaba gracia. Los pelotudos cantan en recitales de otros porque no soportan no ser el centro de atención y porque son incapaces de esforzarse lo suficiente para crear arte. Él creía que por aprenderse una letra de Zambayonny era tan genial como Zambayonny, pero no. Ya sabemos que genio no es. Es otra cosa.

El pelotudo se reía de cada frase de Casciari (aunque fuera "extraño a mi viejo") porque quería fingir que entendía un código humorístico que los demás no, que captaba un chiste interno que era sólo para inteligentes, que él también podía estar sentado sobre el escenario. Pero no, flaco, no: cuando alguien dice que extraña a su papá, nunca tenés que reírte. Nunca.

Que sirva esta denuncia para que empecemos a escrachar a todos los pelotudos que nos rodean. Búsquenlos, son fáciles de encontrar: se hacen los dormidos en el colectivo cuando sube una mujer con bastón; insultan a personas por ser de otros países; se burlan de los ecologistas; cometen delitos porque "lo hace todo el mundo"; critican a los demás y no construyen nada; creen que las personas tienen hijos para que les den un plan social; reciben un regalo y le miran la marca; creen que todo lo importado es superior; dicen que siempre va a haber pobres; piensan que son mejores que los demás.

Lo peor, pelotudo de la mesa 51, es que no sólo los desconocidos te miraban porque se daban cuenta de tu condición. También tus amigos. Se les notaba que estaban ahí porque no les quedaba otra; que sentían vergüenza ajena ante tu intención de llamar la atención; que tus chistes nunca, pero nunca, les causaban gracia. Te tienen lástima, y está bien que así sea.

Sé que será difícil que te llegue este mensaje, pero no tengo ningún apuro. Porque estoy seguro de que, en la batalla de todos los tiempos (los que soñamos un mundo más justo contra los que lo convierten en un infierno) nos encontraremos. Vos estarás con tu risita estúpida, golpeando la mesa, molestando a tus compañeros de bando. Yo estaré tan pacífico como siempre, guardando en el bolsillo una trompada bien puesta que empecé a construir este viernes. Estaremos frente a frente y vos te reirás de la guerra, y yo también sentiré lástima, y por eso decidiré no pegarte. Pero vos, por un único motivo, revisarás mi bolsillo y recibirás en el medio de los dientes la trompada que deberían haberte pegado el viernes: porque sos un pelotudo.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Jajaja de esos pelotudos conozco bastantes
Los pelotudos no se dan cuenta de que son pelotudos y eso influye en su entorno arrastrándolos a la pelotudes humana
Mi ex amigo el pelotudo tiene 38 años dos hijos y una mujer que se parte
Este pelotudo ya con solo verlo de inmediato me di cuenta que era un pelotudo
Los pelotudos como este individuo por lo general son mantenidos por los padres los das vuelta y no se le cae un peso
Tienen la idea de ser bohemios hablan de la madre tierra de las plantas son de buenos modales tratan bien a su mujer y a sus hijos
Este pelotudo conseguía trabajos mediocre ( jefe de ventas de cursos de computación. . Ya que dependia del sueldo según lo que se venda ) por lo gral no duraba más que 6 meses en cada trabajo
Después vendía instrumentos musicales por catalogo
Y siempre te quería enchufar alguna guitarra o batería que no se para que mierda la quería
Después entro a trabajar en musimundo tenia un sueldo digno y estaba en blanco le duró 1 año
Hasta que se canso e invento que le había agarrado tendinitis por estar ahí
Empezó a faltar y lo rajaron a la mierda
Enojado el pelotudo le hizo juicio y los pelotudos por lo gral tienen suerte y le saco 80 lucas a musimundo (que luego de dos meses no tenia un peso) se la gasto en pelotudeses volviendo a la decadencia no teniendo para comer para pagar las cuentas te invitaba a la casa con la excusa de pasar un buen momento pero ese buen momento tenia un precio
Sí aceptabas la invitación tenias que llevar comida para el para sus hijos y para su jermu
Pañales helados puchos y cerveza
Y teniendo que aguantarlo al pelotudo escuchar sus habladurías de que cuando trabajaba sus delirios de grandeza de que el había trabajado de cablero en telefe por unos meses.. que quería iniciar su propio negocio de gourmet y que la gente iba a ir a comer y le iba a cobrar caro porque iba hacer de alto nivel
Mientras no tenia para comprarle un paquete de pañales a su hijo
Estos pelotudos la verdad que me dan asco
Hasta la mujer se dio cuenta lo pelotudo que era y hace unos meses me enteré que se habían separado
En general los pelotudos como estos ahí en todos lados