jueves, 30 de diciembre de 2010

Quería llamarme Javier

Por Martín Estévez

En el parque temático del Infierno flota tu pelo. Ya sos lejos, entropía, asesina de lo azul. Anoche llovió en el mar y no estabas. Nunca estás.

No decido caminar cuando camino; decido cuando te pierdo. Sos caminar porque tus piernas me cantan bajo. Suspiran. No decido nada cuando decidís. Pierdo.

Quería llamarme Javier cuando era chico, pero nunca lo supiste. Ni de mis jaulas, ni de mis letras, ni de mi adiós. Todavía te miro mientras tus ojos surfean en la fuente. Vivos de tanta muerte. Huérfanos de verdad.

Nadia me convida de su cuerpo, pero no siento nada. El hambre no es una necesidad, sino un deseo. Vos seguís siempre en la fuente, o en un mar lluvioso, o en mis labios. Ni siquiera pretendo entenderlo. Seguís siendo todo lo que espero del mundo.

Anteanoche jugué al poker con Lautaro. Él también te recuerda leyendo Madame Bovary, pero no recuerda cuándo. Ni tus medias perpendiculares al Ecuador, ni el modo en que pestañeabas, ni cuando juraste amarme para siempre. Lucas no fuma desde que dejé de pensar en vos. Vuelve a pitar.

Vos estudiabas mecanografía sin sentido: nunca quisiste una máquina de escribir. Te conocí en un mes que no me animo a nombrar; no era mayo. Tenías algunas pulseras menos y cuatro caracoles en tu habitación. Yo dormía con alguien.

Un año después ya no cantabas a la mañana. Tu Navidad había sido la peor y dejaste de escribir. Te dolía. Yo seguía componiendo para vos aunque nunca me animé. Ahora me cansa tanto catalogar nuestro pasado que prefiero perderte.

Hoy doy la última materia. Sigo odiando Comunicación Social; la elegí por vos. Debería estudiar, y mentir, y olvidar. Pero estoy sentado con este lápiz, y tus ojos surfeando sobre esa fuente.

No soy yo desde que lloraste en ese bar. Esa noche asumí mi fracaso. Soy tan tristemente tuyo que me da miedo. Porque no estuviste. Porque nunca estás.

1 comentario:

Anónimo dijo...

bravo...