1941. Era una tarde más para los Estados Unidos, pero no para el actor Ernest Halloway. Era el tercer día del rodaje de “To Be or not To Be” (Ser o No Ser), la película más importante de su carrera. Todo transcurrió bien hasta la tercera escena, en la que debía endurecer su rostro para pronunciar un monólogo del Hamlet de William Shakespeare. Inesperadamente, Halloway –a poco de comenzar el discurso- sonrió. El director marcó el error y la toma se repitió. La sonrisa, esta vez, fue más evidente. El director sonrió también, como muestra del buen clima de trabajo que existía. Cuando, tras la tercera toma, Ernest largó una estruendosa carcajada en la misma parte del monólogo, el director decidió dejar esa toma para el día siguiente. No hubo enojos porque Halloway era un gran actor, y lo demostró en las siguientes escenas.
Durante el segundo día, la parte del monólogo se rodó otras once veces. Con mayor o menor intensidad, la risa de Ernest estuvo presente en todas. Se sintió avergonzado. Algunos intentaron consolarlo, otros lo miraron de reojo. Hubo una nueva postergación. El tercer día, luego de la séptima escena fallida, con Halloway con los ojos lacrimosos, mitad por la tristeza y mitad por las risotadas que no podía contener, el director, furioso, le gritó: “¿Alguna vez va a transcurrir esta escena sin que ría como un verdadero estúpido?”. La respuesta fue afirmativa: Ernest Halloway no rió ni un poco cuando el 8 de marzo de 1942 vio el estreno de “To Be or Not To Be”, con un actor de menor calibre realizando su papel y luego de haber perdido 27 mil dólares por su error. Ni él, ni ninguno de sus compañeros, supo jamás de qué se reía.
Durante el segundo día, la parte del monólogo se rodó otras once veces. Con mayor o menor intensidad, la risa de Ernest estuvo presente en todas. Se sintió avergonzado. Algunos intentaron consolarlo, otros lo miraron de reojo. Hubo una nueva postergación. El tercer día, luego de la séptima escena fallida, con Halloway con los ojos lacrimosos, mitad por la tristeza y mitad por las risotadas que no podía contener, el director, furioso, le gritó: “¿Alguna vez va a transcurrir esta escena sin que ría como un verdadero estúpido?”. La respuesta fue afirmativa: Ernest Halloway no rió ni un poco cuando el 8 de marzo de 1942 vio el estreno de “To Be or Not To Be”, con un actor de menor calibre realizando su papel y luego de haber perdido 27 mil dólares por su error. Ni él, ni ninguno de sus compañeros, supo jamás de qué se reía.
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