Escribo en directo, la noche del 12 julio de 2009, que ya se acerca a 13. Sin cronologías, ni correcciones, ni poesía. Escribo triste y desgarrado, y solo. Solo, porque tu día empieza cuando vos abrís los ojos y termina cuando vos los cerrás. Solo, porque sigo soñando con que esa condena termine alguna vez. Solo, porque me acaban de matar de nuevo, y a mis esperanzas, y a lo que fui.
Escribo acá porque no somos nada, porque me voy a morir, porque nada va a quedar. Escribo porque es exactamente igual si lo escribo o no. Lo escribo porque me duele. Empiezo a descreer de todo, de todo en lo que creí. No solamente me siento solo: quizás lo estoy.
Escribo porque no entiendo nada. Quiero que me abracen. Alguien. Alguien que no me vaya a dejar tan pronto. Escribo porque temo ir a dormir, y soñar. Porque los sueños me duelen cada vez más. Escribo cansado, frustrado, escribo llorando con vergüenza por mis lágrimas inútiles y desiertas, lágrimas que nadie va a venir a visitar.
Escribo con la pobrísima e infundada ilusión de leer estas mismas líneas, algún día, y sonreír. Escribo para recordarle a mi futuro que lo poco o mucho que haya logrado me costó dolor. Muchísimo: todo el que siento ahora, en los pulmones, en la cintura, en la garganta, en la mirada. Escribo para sostener, aun en estas manos temblorosas y cansadas de secar lágrimas, la esperanza de que ese día llegue. La esperanza de que alguien me abrace y no se vaya. Escribo para, alguna puta vez en la vida, no sentirme tan solo.
domingo, 12 de julio de 2009
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