lunes, 12 de octubre de 2009

Sobornando a mi lengua para no nombrarte más

A mí me están robando uno de los sueños más grandes de mi vida. No me lo robaron ni me lo van a robar: me lo están robando, todo el tiempo, todos los días, ahora mismo.

Desde que mi sueño empezó a perder color hasta hacerse casi invisible pasé por gran parte de los estados que conozco: sufrimiento, tristeza, llanto, desespero, depresión, espera, ruego, lamento, angustia, decepción, esperanzas, entusiasmo, optimismo, frustración, abandono, vuelta a empezar, vuelta a sufrir...

Sigue desapareciendo, sigue muriendo mi sueño, tan de a poco que el dolor es una especie de agonía imposible de esquivar, intensa, intravenosa, atroz.

Me regalaron esa sensación absolutamente injusta de quien ama a alguien que va a morir pronto, sí o sí, sin saber cuándo: el deseo de que muera pronto para que no sufra (para que no sufra él, para que no sufra yo) chocando trece veces por segundo con el deseo de seguir sosteniendo una esperanza más pequeña que la Tierra (si una esperanza es menor que un objeto, se sabe, tiende a la inexistencia).

Me parece que quiero que mi sueño muera pronto, pero mucho más me parece que quiero seguir sosteniendo esta esperanza, aun con el riesgo de creer que sostengo entre mis manos algo ya invisible cuando en realidad no sostengo nada de nada de nada.

Cuando pienso en ella, en el sueño chiquito que me encontré hace poco, me parece que quiero que el sueño gigante que actúa como un gran agujero muerto desaparezca. Que me deje en paz.


(Publicado originalmente en www.fotolog.com/del0al37 durante enero de 2009, después de saber algo importante en mi vida, pero antes de sentir algo fundamental.)

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