lunes, 16 de marzo de 2009

Mes 55-56: Una fresia por cada sonrisa

Pensó en un método insulso y en tono desabrido
Se acercó a ella, atenta a lo imposible,
Y le susurró, dulce, en su oído:
“Puedo ser tu historiador en la tormenta
puedes ser, del mejor sueño, quien lo inventa
puedo ser yo, sólo un ratito
puedo atisbar por la ventana de tus gritos”.

Su beso lo calmó hasta el atardecer
Entonces, la efervescencia lo invadió
Y cuando sus rencores pasados se escondieron
Afloró por un espejo y le dijo:
“Si prometo arrinconar cada jirón de dolor
y prometo una fresia por cada sonrisa
quizá nuestro adiós dure más que una tiza
quizá pueda ser tu mejor pizarrón”.

Se avergonzó; quiso jurar silencio.
Siempre está equivocado.
De pronto, ella. Otra vez cerca.
Y él le cantó, jocundo:
“No soy lo que vos esperabas, quizá tampoco lo seas
tenemos poco en común, además de algunas peleas:
un amor inencontrable en cualquier otro lugar.
Siento ansias de abrazarte hasta cuando más te odio
de tu enojo soy custodio, de tu furia soy amante.
Te regalo la mentira de un amor que sea eterno
pues no necesita serlo: necesita ser amor”.

Ella se sorprendió.
De él, se apoderó la más burra valentía:
“No pido que te desarmes, ni siquiera una promesa:
sólo tener tu tristeza, que intentes enamorarme.
No pido que no exageres, tan sólo que no me mientas
o al menos que, si lo inventas, quieras que sea verdad”.

Él vio sus ojitos brillantes. Quiso arreglarlo todo:
“Una sonrisa en el momento más siniestro
será la única forma de decir las cosas”.
Entonces, sí, se llamó a silencio.
“¿Qué cosas?”, dijo ella, cómplice.

“Seamos del planeta el abrigo
cuando el frío torture al amor
seamos raptos de valor
cuando cobarde sea el destino.
Seamos una canción enojada
caricias, sorpresas y celos
cuando no queden más caramelos
que mi boca te tenga endulzada.
No tengo mil maravillas para vos
realmente, no tengo ninguna
ni siquiera una buena fortuna
ni siquiera conozco a Dios”.

Él notó que todo había sido estúpido
Que no pudo mostrar sus colores
Ella supo a qué había venido
Cuando vio aquel ramo de flores...
La historia vivió y murió en un rincón
Sólo un hombre en el mundo la sabía
Porque aunque Rosana, sola, dormía
Martín la soñaba en su habitación.


(Una de las cosas más lindas del mundo.)