Nadia camina por la calle Los Cedros, y se pregunta cómo serán. Cómo serán los cedros, pero también cómo serán las mañanas sin pesadillas y las tardes felices. Nadia se cruza con Lautaro, y Lautaro la mira, y suspira. Se siente tan vacío que hasta sospecha que es vil.
Un sol golpea el pelo rubio de Nadia, que no lo sabe. No sabe que su pelo es rubio, ni cuándo anochece, ni cómo llorar. Nadia no se queja ante Lucía, ni ante mamá, ni ante nadie. No mira nada, y suspira. Se siente tan vacía que hasta sospecha que es triste.
Ester frena el auto aunque el semáforo está verde. Desde que se separó de Luis se volvió menos cuidadosa, pero no ante personas como Nadia. Nadia no respeta el semáforo, pero no sabe. No sabe que no lo respeta, ni cuánto faltara para que algo, ni cómo eran los ojos de Nico.
Nico está en la cama de Mica, seguro de que es lo mejor. Es lo mejor estar con Mica, es lo mejor en la cama, es lo mejor sin Nadia. Nadie nunca lo vio. Nunca lo vio a Nico, ni al semáforo, ni a Lautaro. Mica nunca lo quiso.
Un día, Lautaro volverá a ver a Nadia y sabrá. Sabrá Lautaro que no es vil, sabrá Nadia cómo son los cedros, cómo son las mañanas sin pesadillas y las tardes felices. Sabrá cuándo anochece y cómo llorar. Un día, el que anochece es Nico. Un día, la que llora es Ester. Un día, los que se besan, salvados de muerte, bañados de cedros, son Nadia y Lautaro. Pero nadie los ve.
miércoles, 19 de enero de 2011
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