jueves, 9 de abril de 2020

Héroes por un día

Por Martín Estévez

El 10 de abril de 2008 cumplía 24 años y buscaba amor desesperadamente. Mi familia me quería, pero necesitaba amigues: tenía uno solo y vivía en Campana. Entonces agarré mi sueldo, compré cerveza, chizitos y sánguches de miga, y mandé un mail a 32 personas invitándolas a mi cumpleaños. Me angustiaba seguir sintiéndome solo, estar solo para siempre. Y extrañaba a Rosana. 

Sin embargo, las cosas no… No, no. Esperen, esperen en serio: freno acá. Ahora mismo, mientras empiezo el segundo párrafo, me doy cuenta de que me estoy por mandar una cagada. 

No por haber dicho Rosana (pobre santa, pronto dejo de nombrarla) sino porque estoy a punto de contar otra historia de fracaso. Y no lo voy a hacer: les juro que estoy cambiando ahora mismo la idea del texto. Iba a exagerar mis expectativas de ese día, transformarlas en decepción y contar que después estuve una semana comiendo sánguches rancios que sobraron, porque no fue nadie. Pero es mentira. 

Y si freno acá es porque Miguelito, mi psicólogo, me viene rompiendo las bolas con la “lectura” que hago de mi vida. Dice que siempre cuento la verdad, pero solo una parte, la que más duele, la que no me deja ni siquiera una piecita para rearmar algo mejor. No se lo pienso admitir, pero puede que tenga razón. 

Es verdad que sería muy forro si me quedara solamente en la burla a mí mismo, en decir que era un muñecote aburrido y melancólico, en que 30 potenciales amigues ni me saludaron. Sería muy forro con tres personas. 

Sería muy forro con Fran y con Christian porque estuvieron ahí, brindando conmigo. No se convirtieron en mis amigos, de hecho nunca más los vi, pero qué carajo importa. Lo que importa es que esa tarde, si no hubieran ido, habría estado ocho horas esperando que por favor alguien tocara el timbre, y nadie lo hubiera tocado. La angustia habría sido fulera: me hubiera sentido humillado ante mi familia y ante mí mismo. Pero no: ellos leyeron el mail, se lavaron los dientes y fueron a mi casa a darme un abrazo. No merecen un texto lleno de desdén: esa tarde se convirtieron en héroes. 

Y también sería muy forro conmigo, porque esas “lecturas” que hago de mi vida muchas veces me hacen mierda: soy siempre el que nunca se sale de sus estructuras, el soberbio, extremista y rencoroso, el miope abandonado, el que se queda solo en las organizaciones, el sexualmente incomprensible, el que no tiene profesión, familia propia ni trabajo estable, el que no escapa jamás de sus obsesiones. 

¡Y es mentira, la concha del pato! ¡Es mentira! Todo lo que nombré tiene mucho de cierto, pero no todo. Ahora mismo, cambiando este texto, escribiendo lo que se me canta, lo demuestro. Aunque persigo la fantasía de un día cambiar todo junto, puedo pensar que estoy cambiando todo de a poco, todos los días, todo el tiempo, ahora mismo. 

Si no hubiera cambiado… ¿por qué no me parezco en nada al de 2008? Para empezar, tengo amigues. Agusita, Leandrín, Cami, Andreycito de mi alma, Lujanita… ¡Ay, cuántos audios de mierda les mando cuando estoy triste! Y elles ya saben que, como siempre, quiero usar una fecha de excusa para perseguir la fantasía de cambiar todo. ¡Ya sé que no se puede!, pero voy a seguir intentando milagros hasta que alguno se rinda por cansancio. Y mi nueva fecha para cambiarme el mundo está acá nomás. 

Mañana, 10 de abril de 2020, vuelvo a cumplir años. Esta vez sí que nadie va a tocar timbre, porque vivo solo y estoy aislado por una pandemia mundial. Pero no importa: no hay momento ideal para avanzar salvajemente hacia la felicidad, hacia lo imprevisible, o al menos hacia lo que nos permita escribir buenas historias en el futuro. Lo importante del cumpleaños de 2008 tal vez no fue quién fue y quién no, sino haber mandado esos 32 mails para que pasara algo. 

Así que les pido por el amor de lo que más quieran, ayúdenme a hacer de este cumpleaños algo memorable: sean heroínas y héroes por un día y comenten algo que haya hecho por ustedes, un día en que les haya sorprendido, lo que sea, pero cuéntenme algo. Ayúdenme (porque también tengo que aprender a pedir ayuda) a pensar que en estos 36 años de vida pude construir historias, muchas historias, que nos hagan sonreír.

2 comentarios:

Campeones Del Sur. dijo...

Abrazo grande, Martín. Soy Christian, el de la foto. Espero andes bien.

Martín Estévez dijo...

¡Qué lindo un mensaje tuyo acá! Gracias por estar aquel día, Christian, fue muy importante. Abrazo enorme.