martes, 31 de mayo de 2022

Primera película con mi abuelo


Por Martín Estévez 

Hoy se cumplen 12 años desde la muerte de mi abuelo Víctor. El 31 de mayo de 2010 fue la primera (y única) vez en la que murió alguien que vivía conmigo, luego de atravesar en nuestra casa cinco meses de un cáncer brutal que lo fue apagando de a poco. Escribí un montón sobre él, sobre su enfermedad, sobre su vida y su muerte, y probablemente gracias a eso hoy puedo recordarlo con alegría y sin dolor. 

Mi relación con Víctor no era la habitual entre abuelo y nieto: era la dificultosa de personas que conviven. Me molestaban cosas suyas. Hacía mucho ruido para comer, tomaba del pico de las botellas y no me dejaba insultar, pero cuando le daba comida a los perros se escuchaba siempre por la ventana: “¡Ayy! Me lastimaste, puta que te parió”. 

Sin embargo (para qué mentir), lo quise desde siempre y sin muchos problemas: a los dos nos gustaba el fútbol, jugar en la pileta y estar en silencio sin que nos rompieran las guinditas. Tenía un oficio hermoso (carpintero) y cumplía mis caprichos de madera. Todavía guardo arcos que hizo para que mis muñequitos hicieran goles, y una vez me ayudó a tallar un pedacito de árbol para una chica que me gustaba. 

Uno de mis primeros trabajos (y de los más lindos) lo hice con él: juntábamos papel y cartón, cargábamos la carretilla y los vendíamos cerca de casa. Esa plata (terrible año 2002) servía para pagarme los viajes a la facultad. 

Le sostuve una oreja ensangrentada que le colgaba hasta que se la cosieron, lo acompañé en su única noche en un hospital, hice una biografía sobre su vida cuando cumplió 80 años, me enseñó palabras en ucraniano. Vivimos juntos durante 22 años. 

Cuando le detectaron el cáncer cambió mi vida y también mi forma de escribir: de poemitas románticos o fríos cuentos de ficción, empecé a contar (por necesidad) lo que me pasaba. “Se está muriendo mi abuelo y me duele mucho”, decían mis textos, sin decirlo, una y otra vez. 

“Últimos días con mi abuelo”, “Primeras tardes sin mi abuelo”, “El último clásico”. Necesité montones de textos para liberar la angustia de haberlo visto morir de a poco durante cinco meses. Tal vez quienes me leían en ese momento se habrán fastidiado un poco: ¿taaanto por la muerte de un abuelo, Martín? 

Sí, tanto. 

Gracias a Borges, siempre fui hincha de la muerte porque nos evita la peor de las torturas: una vida infinita. Pero a veces la muerte llega temprana, injusta, de formas imprevistas o demasiado filosas para soportarlas. Entonces hay que hacer lo que podamos, lo que nos salga, para ir sanándola de a poco. Los duelos son una enorme piñata dentro del cuerpo, que se infla y desinfla, y nos aprieta la garganta, el estómago, los ojos. Los duelos son piñatas imposibles de explotar: solo podemos sacarles el aire de a poco, muy de a poco, haciendo montones de cosas, hasta que un día ya no están más. 

Hoy, al borde de la falta de respeto, pero lleno de amor por lo que mi abuelo hizo en mi vida, me animo a conmemorar su muerte con una buena noticia: gracias a Víctor participaré en una película sobre su hermana, Basilicia. 

Cuando escribí su biografía, mi abuelo contó (por única vez) que a su hermana de 14 años la había asesinado la policía de Misiones en una manifestación de campesinas y campesinos. A mi abuelo, por miedo, le pidieron que nunca hablara de eso, pero él (70 años después) se animó. Y su testimonio fue importante para avanzar en la investigación y el pedido de memoria y justicia para ella. 

En pocos días viajaré a Oberá, pueblo de Misiones en el que mi abuelo pasó su infancia, para ser parte de Basilicia, película que denunciará y exigirá memoria y justicia para la terrible Masacre de Oberá, ocurrida en 1936. No seré el único representante de la familia que estará ahí para honrar la lucha y valentía de Basilicia: estoy seguro de que mi abuelo Víctor también estará conmigo.

1 comentario:

Oscar Romañano dijo...

Excelente nota, hoy 8/10/2023 me enteré en el programa de Liliana López Foresi de la película sobre la historia de Basílicia, por lo cual busque en Google y me enteré de esta gran historia, debido a que mi señora de 75 años nació en Tartagal Santa Fe se llama Basílicia.