miércoles, 8 de enero de 2020

Flashear amor

Por Martín Estévez 

Me muero de vergüenza si Micaela lee este texto. Sé que pasaron 12 años y ella apenas se debe acordar de mí: eso lo hace peor. ¿Cómo pude flashear amor de la nada, inventar tanta mentira, falsear la realidad? ¿Cómo pude haber estado nueve meses pensando en alguien a quien casi no conocí, en alguien a quien (ahora me resulta más ridículo todavía) vi apenas una vez en la vida? 

En realidad, la había visto sin verla: Mica y yo trabajamos un año (entre 2004 y 2005) en el mismo edificio. Cuando bajaba a saludar a amigues periodistas, ella a veces estaba, pero me pasó desapercibida. 

La única vez que la vi en serio fue el 27 de abril de 2008, en el casamiento de una periodista. No sé cuánto habremos estado en la fiesta, tal vez tres horas, pero yo la adoré. Mica me pareció divertida, inteligente, agradable, humilde, ingeniosa y no sé cuántos adjetivos más, que hoy me resulta sospechoso se descubran en tres horas. 

No pasó nada de nada. Solo conversamos durante algunos ratos, quejándonos de algo o burlándonos de alguien. Recuerdo un diálogo:  

–Mica, ¿viste la pelícu…? 
–¡No, no la vi! 
–Pero si ni siquiera… 
–¡Es que, siempre que me preguntan eso, nunca pero nunca la vi! 

A mí me encantó enseguida. Aunque no hubo ninguna señal que indicara que Mica estuviera interesada en amarme por toda la eternidad, me agarré de sus sonrisas cómplices para ilusionarme. 

Le pedí su mail a una amiga en común y 19 días después le escribí. Pongo todos estos datos insípidos porque, si no, este texto sería cortísimo: con Mica no pasó casi nada, o todo pasó en mi cabeza. 

Del mail pasamos al MSN, y conversamos con bastantes interrupciones entre mayo y diciembre de 2008. En septiembre me agarró varicela (¡varicela a los 24 años!) y, como no podía chatear (estaba encerrado para no contagiar), hablamos algunas veces por teléfono. Ahí terminó de encandilarme. Poco después le escribí uno de esos poemas supermelosos que solía escribir, que nunca le mostré y que tampoco pienso mostrar ahora. 

A principios de 2009, todo terminó de golpe. Se suponía que alguna vez íbamos a vernos (o yo había entendido eso), pero de un día para el otro Mica dejó de hablarme. No entendí bien qué pasó; probablemente notó que yo la adoraba y que a ella no le pasaba lo mismo. 

Y así como vino, mi amor por Mica se fue. Algunos meses después, dejé de pensar en ella. 

Hoy, doce años después, pienso que ese fue un amor inacabado, unilateral, un amor cobarde. Un amor que me inventé para pensar fuerte en otra persona que no fuera Rosana, esa primera novia que un año antes me había roto el corazón. 

No le estoy quitando méritos a Mica (seguro era tan genial como yo la imaginaba), sino dejando en claro que más del 80% de mis ideas sobre ella eran fantasías. Hoy entiendo que si durante nueve meses una persona no te dice que quiere verte, es sencillamente porque no tiene ganas de verte: le alcanza un mail, un mensaje por MSN, un llamado. En 2008, yo no lo entendía: yo flasheaba amor donde no lo había. 

Me aterra recordarme a los 24 años con una visión torpemente romántica, con tantos meses que perder esperando cosas que no pasarían, ¡escribiendo un poema para alguien que había visto una sola vez! Pero entiendo también que Micaela fue un espejismo que inventó mi cerebro para que dejar de hundirse por el pasado e inventar algo nuevo, lo que fuera. Deseaba tanto que las conversaciones con Mica no terminaran que no había lugar para desear que Rosana volviera. Y eso, para el Martín de 2008, era un montón. 

Hablar de Mica con Pablo, hablar de Mica en el trabajo, hablar de Mica conmigo mismo. Una buena parte de mi 2008 fue eso. Y ya no me avergüenza tanto. Durante mucho tiempo no viví amores reales, sino dolores disfrazados. En esos más de dos años sin un solo beso apasionado, sin un solo abrazo intenso, sin nadie que quisiera amarme para siempre, en esos más de dos años llenos de marea, desamor, vacío y reconstrucción, Mica fue una esperancita voladora, una idea que nadie concretó, un colectivo fuera de línea que no paró en la madrugada. 

Sin embargo, amigarme con ese mamarracho que fui a los 24, siento, me va a amigar un poco con el mamarracho que soy a los 35. Para salir de aquel pozo, flashear amor fue parte del recorrido. Para salir del cráter enorme en el que estoy, tendré que equivocarme también. Equivocarse, Martín, es parte del camino; reconocer los errores, parte de la solución. Me homanajeo a mí mismo, a mis errores y a todes les que ahora mismo están flasheando amores que no existen, compartiendo aquella poesía que le escribí en 2008 a Mica, el amor más irreal de mi vida. 


Extracto del mundo 
caligrafía exacta 
mi perdición sos. 
Futuro ansioso 
efervescencia 
tu halo sos. 
Herida eterna 
abierta 
espontánea sos. 

Adoro la maldición de tus ojos 
infinitos, diáfanos, vívidos. 
Adoro tu infancia incompleta 
un hilito de tu vida, tu voz. 

Mi contradicción 
tu historia 
ventanales sos. 
Una exageración 
tres gestos 
cinco flores sos. 
 El mejor error del mundo 
navega en tus piernas, 
pero me fiaste un cuento. 
Ignoro el secreto 
que ya sé: 
dolés tanto... 

Profunda 
absoluta 
la inmensidad sos. 
El pasado de un abrazo 
la foto de un espejo 
lo imposible sos. 
Felicidad a cuerda 
casa de muñecas 
mil libros sos. 

 No sé leer tus dedos. Todavía. 
Te regalo ideas, comprensión y cien vidas. 
No me masacraste. Todavía. 
Bendigo en silencio esa tarde de abril. 

 Ay, no: qué vergüenza. Ojalá Mica nunca lo lea.

1 comentario:

Unknown dijo...
Este comentario ha sido eliminado por un administrador del blog.